

A) La tragedia neoclásica.Los autores más sobresalientes de este género dramático fueron Nicolás Fernández de Moratín y Vicente García de la Huerta. Ambos partidarios de teatro francés –como todos los autores de esta época, en realidad-. El primero escribió varias tragedias (Lucrecia, Hormesinda y Guzmán el Bueno) y una comedia, Petimetra; ninguna de ellas tuvo éxito. No es el caso de Raquel, tragedia en endecasílabos a partir de un tema tradicional: la leyenda toledana protagonizada por una judía amante del rey Alfonso VIII, que sí gozó de aceptación popular.
B) La comedia neoclásica.Sin duda alguna el autor más celebrado de esta corriente literaria dramática fue Leandro Fernández de Moratín, que tomando como modelo a Molière, escribió una serie de cinco obras en prosa y con clara intención moral: El viejo y la niña, el barón y La mojigata; de todos modos, sus mejores creaciones, y también las más exitosas fueron El sí de la niñas y La comedia nueva o El café. Los temas fundamentales de sus comedias son la libertad de elección en el matrimonio y la necesaria igualdad de los cónyuges en edad y condición social. Habría que incluir aquí, igualmente, dos obras de Tomás de Iriarte, que no vamos a decir que fueran un gran éxito de publico -excepto Moratín hijo, ningún autor del Neoclasicismo se puede afirmar que tuviera lo que entendemos por éxito de público-, pero sí que tuvieron una más que buena aceptación: La señorita malcriada y una especie de continuación en versión masculina, El señorito mimado.
De todas formas, el autor de mayor éxito en el siglo XVIII es Ramón de laCruz con sus sainetes, cuatrocientas piezas breves que retratan el Madrid castizo de la época. Las castañeras picadas, La pradera de San Isidro o Manolo constituyen valioso cuadros de costumbres, verdaderos documentos de época, escritos generalmente en verso, con romances, seguidillas, letrillas u otras formas populares. A pesar del clasicismo de moda, tuvieron un gran éxito, aunque con el tiempo fueron cayendo en el olvido hasta hace un par de temporadas que se representó una selección con una muy buena acogida de público. El último gran nombre de este siglo sería el de Gaspar Melchor de Jovellanos, aunque en realidad sólo escribió una obra de teatro, que se considera, por si fuera poco, un precedente del Romanticismo, El delincuente honrado. Obra en prosa, además del contenido filosófico, el autor la envuelve en una sensibilidad emotiva de corte rousseauniano, filantrópico y sentimental, que permite considerarla como la primera obra dramática romántica de la escena española.


El Instituto Feijoo del siglo XVIII de la Universidad de Oviedo lleva varios años publicando las obras completas de Jovellanos, así como una gran cantidad de documentos de muy diverso tipo referidos a llamado Siglo de las Luces. De igual modo, el tantas veces mencionado Centro Virtual Cervantes ofrece un amplísimo desarrollo de los autores más significativos de la Ilustración, hasta el punto que no sólo incluye las obras completas de los mismos, sino que también incorpora manuscritos originales, ediciones de época, ilustraciones de los autores y de las personas que tuvieron relación con ellos, etc. De hecho, ese es un de los escasísimos lugares en los que se puede leer la curiosa parodia que Félix Samaniego -el popular fabulista - escribió sobre una tragedia del también famoso creador de fábulas Tomás de Iriarte, cuyo título ya es suficientemente expresivo de las intenciones de la obra: Parodia de Guzmán el Bueno, soliloquio o monólogo, escena trágico-cómico-lírica unipersonal.






E) Lope de Vega. 




Como dijimos antes, las representaciones teatrales e hacían en las iglesias, palacios o en la calle, al aire libre, sobre escenarios montados en carros. Sin embargo, a partir de finales del siglo XVI el espacio teatral se desplaza a los corrales. Estos disponían de un tablado o escenario, dividido verticalmente en seis o nueve huecos. Corriendo a cortina de un hueco, el tablado se podía transformar en una habitación, un balcón, un jardín, una calle, un castillo, un monte o un barco. Disponía además de escotillones a ras de suelo, que sugerían las puertas del infierno por donde subían y bajaban los demonios y los condenados. Hoy en día sólo se conservan dos de los viejos corrales: el de Almagro (Ciudad Real) y no hace mucho restaurado de Alcalá de Henares (Madrid)
2. – Teatro español en el Renacimiento.En la segunda mitad del siglo XV nacerán tres de los más importantes dramaturgos del Renacimiento. No puede ser casual que todos ellos sean, además, músicos, puesto que las representaciones teatrales siempre han contando con algún tipo de ingrediente musical y también de danzas y bailes. Los tres escribirán la mayoría de su producción teatral para la corte. En el caso de Lucas Fernández para la corte de los Reyes Católicos; en el de Juan del Encina para los Papas Alejandro VI y Julio II. Gil Vicente, por su parte, escribió para los reyes portugueses coetáneos, pues él mismo era de esa nación, a pesar de lo cual algunas de sus obras están escritas en castellano. Creo que conviene, llegados a este punto, destacar que en los últimos años éste autor está siendo representado en las carteleras de nuestro país con más que notable éxito.
Nació también en Salamanca Lucas Fernández (1474 – 1512) y sus obras no sólo se representaron en palacios y cortes varias sino también en algunas catedrales. Sus obras fueron publicadas en 1512 y en él aparecen por primera vez las expresiones “farsa o comedia”, que son la que emplearán los dramaturgos posteriores. Así como es perceptible la influencia en este autor de Juan del Encina, también lo es la de Lucas Fernández en Gil Vicente (c. 1470 – c.1536). Como ya antes habíamos avanzado, se trata de un autor bilingüe que, por una parte presenta a portugueses y castellanos hablando cada uno en su lengua, pero por otra, ese bilingüismo obedece igualmente al ambiente de la corte portuguesa, donde se hablaban las dos lenguas correctamente y donde, por si fuera poco, las esposas de los reyes Manuel I y Juan III eran castellanas.



