sábado, 14 de mayo de 2011

EL TEATRO DEL SIGLO XVIII



4. – El teatro de siglo XVIII.

La reacción crítica contra el teatro del Siglo de Oro, iniciada por Luzán, creció durante el reinado de Carlos III, llegándose a prohibir el autos sacramentales. Triunfa en este momento la preceptiva clásica, que se rige por la razón, el buen gusto y la regla de las tres unidades. Esto trae consigo el cultivo de un teatro neoclásico inspirado en el francés: Corneille y Racine para la tragedia y Molière para la comedia. A pesar de tod ello, lo cierto es que todavía en el siglo XVIII la mayoría de los espectadores prefería las comedias barrocas -que después de tanto tiempo habían perdido su fuerza a la par que a creadores de auténtica talla -, sobre todo por lo que éstas tenían de espectáculo: el personaje que era izado hasta el cielo o que se hundía en el infierno, los sonidos de los truenos y el destello de los relámpagos, los mil y un trucos escénicos que se desarrollaban ante sus ojos, en definitiva.







A) La tragedia neoclásica.
Los autores más sobresalientes de este género dramático fueron Nicolás Fernández de Moratín y Vicente García de la Huerta. Ambos partidarios de teatro francés –como todos los autores de esta época, en realidad-. El primero escribió varias tragedias (Lucrecia, Hormesinda y Guzmán el Bueno) y una comedia, Petimetra; ninguna de ellas tuvo éxito. No es el caso de Raquel, tragedia en endecasílabos a partir de un tema tradicional: la leyenda toledana protagonizada por una judía amante del rey Alfonso VIII, que sí gozó de aceptación popular.





B) La comedia neoclásica.
Sin duda alguna el autor más celebrado de esta corriente literaria dramática fue Leandro Fernández de Moratín, que tomando como modelo a Molière, escribió una serie de cinco obras en prosa y con clara intención moral: El viejo y la niña, el barón y La mojigata; de todos modos, sus mejores creaciones, y también las más exitosas fueron El sí de la niñas y La comedia nueva o El café. Los temas fundamentales de sus comedias son la libertad de elección en el matrimonio y la necesaria igualdad de los cónyuges en edad y condición social. Habría que incluir aquí, igualmente, dos obras de Tomás de Iriarte, que no vamos a decir que fueran un gran éxito de publico -excepto Moratín hijo, ningún autor del Neoclasicismo se puede afirmar que tuviera lo que entendemos por éxito de público-, pero sí que tuvieron una más que buena aceptación: La señorita malcriada y una especie de continuación en versión masculina, El señorito mimado.


De todas formas, el autor de mayor éxito en el siglo XVIII es Ramón de laCruz con sus sainetes, cuatrocientas piezas breves que retratan el Madrid castizo de la época. Las castañeras picadas, La pradera de San Isidro o Manolo constituyen valioso cuadros de costumbres, verdaderos documentos de época, escritos generalmente en verso, con romances, seguidillas, letrillas u otras formas populares. A pesar del clasicismo de moda, tuvieron un gran éxito, aunque con el tiempo fueron cayendo en el olvido hasta hace un par de temporadas que se representó una selección con una muy buena acogida de público.


El último gran nombre de este siglo sería el de Gaspar Melchor de Jovellanos, aunque en realidad sólo escribió una obra de teatro, que se considera, por si fuera poco, un precedente del Romanticismo, El delincuente honrado. Obra en prosa, además del contenido filosófico, el autor la envuelve en una sensibilidad emotiva de corte rousseauniano, filantrópico y sentimental, que permite considerarla como la primera obra dramática romántica de la escena española.
























El Instituto Feijoo del siglo XVIII de la Universidad de Oviedo lleva varios años publicando las obras completas de Jovellanos, así como una gran cantidad de documentos de muy diverso tipo referidos a llamado Siglo de las Luces. De igual modo, el tantas veces mencionado Centro Virtual Cervantes ofrece un amplísimo desarrollo de los autores más significativos de la Ilustración, hasta el punto que no sólo incluye las obras completas de los mismos, sino que también incorpora manuscritos originales, ediciones de época, ilustraciones de los autores y de las personas que tuvieron relación con ellos, etc. De hecho, ese es un de los escasísimos lugares en los que se puede leer la curiosa parodia que Félix Samaniego -el popular fabulista - escribió sobre una tragedia del también famoso creador de fábulas Tomás de Iriarte, cuyo título ya es suficientemente expresivo de las intenciones de la obra: Parodia de Guzmán el Bueno, soliloquio o monólogo, escena trágico-cómico-lírica unipersonal.






TEATRO SIGLO DE ORO (III)




H) Dramaturgos del ciclo de Lope de Vega.

Entre los muchos seguidores de la forma dramática lopesca, podemos mencionar cuatro nombres que, así mismo, obtuvieron un gran éxito popular con algunas de sus creaciones dramáticas. Guillén de Castro (1569 – 1631) destaca por dos dramas histórico-legendarios, Las mocedades del Cid y El conde Alarcos. El conflicto entre los deberes sociales y los sentimientos más íntimos de los personajes constituyen el núcleo temático de sus obras, de entre las que merece la pena citar también la divertida comedia Los malcasados de Valencia, donde el fracaso matrimonial termina en divorcio.

Por su parte, Luis Vélez de Guevara (1579 – 1644) comparte con Lope la soltura en la versificación, el dinamismo escénico y un intenso dramatismo. Todos estos aspectos se ponen de manifiesto en su obra maestra, Reinar después de morir, donde dramatiza la trágica historia de amor del rey don Pedro de Portugal y doña Inés de Castro. Amor, feminismo, bandolerismo y ambientación popular son los ingredientes de comedias como La luna de la sierra, La serrana de la vera y la niña de Gómez Arias.




El mejicano Juan Ruiz de Alarcón escribió cerca de treinta comedias inspiradas en la vida cotidiana y en leyendas históricas. Escribe un teatro caracterizado por el sentido de la perfección, la originalidad, la mesura de los personajes, de tono sobrio y coloquial del lenguaje, la habilidad para urdir la intriga y la crítica moral de las apariencias. Donde obtiene sus mayores logros artísticos es en las comedias de costumbres urbanas, de tema amoroso y fino humor, como Las paredes oyen, No hay mal que por bien no venga o La verdad sospechosa.

Antonio Mira de Amescua fue autor de unas sesenta obras dramáticas sobre temas religiosos, costumbristas e histórico-legendarios. Las virtudes de su teatro se reflejan en su obra más conocida, El esclavo de demonio, sobre la leyenda fáustica de don Gil de Santarem, que vende su ama al diablo a cambio del amor de una mujer. La Fénix de Salamanca y No hay burlas con las mujeres son dos comedias de enredo con fuertes caracteres femeninos.

I) Dramaturgos del ciclo de Calderón.

De entre los muchos dramaturgos adscritos al grupo o ciclo de Calderón de la Barca, a Francisco de Rojas Zorrilla y a Agustín Moreto. El primero de ellos es uno de los más notables del teatro del Siglo de Oro y escribió tragedias, comedias y piezas religiosas. En el tratamiento del honor, Rojas Zorrilla se muestra defensor de la mujer. Sus heroínas se equiparan al hombre en el derecho a acordar libremente su matrimonio y a ejercer la venganza del honor por sí mismas. Del rey abajo, ninguno es el título de su tragedia más lograda. La gran aportación de Rojas al teatro barroco es la comedia de figurón, basada en el personaje del hidalgo pretencioso y envanecido. Su mejor comedia es, sin duda alguna, Entre bobos anda el juego.

La producción teatral de Agustín Moreto es pequeña y difícil de cuantificar. Cultivó la comedia y el drama religioso, pero no ofrece un teatro de gran originalidad. Sin embargo, esa carencia se ve compensada por la maestría en la versificación y por la lograda caracterización psicológica de los personajes. El tono medido y refinado de teatro de Moreto, así como el carácter cómico de sus protagonistas, tiene su mejor traducción en El desdén con el desdén y El lindo don Diego, dos comedias de asunto amoroso.

J) Los subgéneros dramáticos.







Auto sacramental: en un acto, se tratan temas bíblicos,hagiográficos y teológicos con intervención de personajes alegóricos que encarnan la vida y la muerte, al alma y el cuerpo, la virtud y el vicio… Se representaban con gran lujo escénico en las fiestas del Corpus y su más excelso creador fue Calderón de la Barca.
Farsa: Forma breve de carácter cómico y satírico, cuyos orígenes se remontan al teatro clásico griego. Su desarrollo comienza en España a finales de siglo XV con Gil Vicente y llega hasta el siglo XX en autores como Valle-Inclán. Alberti o Lorca.
Entremés: Pieza de carácter cómico, en prosa o verso y en un acto, en a que intervienen tipos populares. Se solían representar entre las jornadas de las comedias del Siglo de Oro y gozaban de gran aceptación entre el pueblo. En el siglo XVIII es reemplazado por el sainete, cuyos mejores ejemplos son los de Ramón de la Cruz y Arniches (ya en el XX).
Loa: breve composición en verso que se utilizaba como prólogo o introducción de la comedia. En ella se refería su argumento y se elogiaba a su destinatario.
Jácara: El término es sinónimo de reunión de rufianes y pendencieros. Hacer referencia a una pequeña composición poético-musical que tiene como eje temático el mundo del hampa. Se cantaba entre las jornadas o al final de las comedias. Célebres autores fueron Quiñones de Benavente y Francisco de Quevedo.
Mojiganga: pieza breve en verso que, por sus personajes estrafalarios, juegos de disfraces, cima caótico y alusiones satíricas, tenía un contenido carnavalesco. A veces se representaba de manera independiente, o final de la comedia. Calderón escribió las más famosas.
Baile: forma muy breve en a que se combina letra, música y mímica; se intercalaba entre las jornadas de la comedia. Quevedo puso letra a varios bailes.


Muchas de las obras dramáticas del siglo XVII se pueden leer en la página web http://www.teso.chadwyck.com/ y no pocas ilustraciones, sin ir más lejos las que ilustran esta entrada y la anterior, se pueden encontrar en el Centro Virtual Cervantes, así como muy diversas aportaciones relacionadas con el teatro aureosecular; de hecho, entre el abundante material que ofrece ese portal pueden escucharse pequeños fragmentos de monólogos y diálogos de algunas de las obras más populares de teatro de Calderón de la Barca: www.cervantesvirtua.com/bib_autor/calderon/voces.html

Otros proyectos que tienen que ver con este apartado son los de la edición de los autos sacramentales completos de Calderón de la Barca, dentro la actividad del GRISO de la Universidad de Navarra; el proyecto Prolope, que se viene llevando a cabo desde la Universidad de Barcelona desde hace ya bastantes años. Lo mismo se puede decir de Proteo, que desde la Universidad de Burgos ha emprendido la publicación de la obra completa de Agustín Moreto y cuyo trabajo se puede ir viendo en la página http://www.moretianos.com/






TEATRO DEL SIGLO DE ORO (II)







E) Lope de Vega.


Se trata del autor no sólo más famoso de todo el Siglo de Oro, sino también de dramaturgo que puso las bases de ese teatro, puesto que instauró los tres actos como norma y justificó buena parte de los elementos consustanciales del drama barroco en su célebre Arte nuevo de hacer comedias. Algunos de los puntos más relevantes de su obra son los siguientes:
• El popularismo se advierte en la elección y el tratamiento de los temas en los que se inspira, en el exaltado vitalismo de los personajes y en la concepción apasionada de la vida.
• El lirismo de su lenguaje dramático se manifiesta en el ritmo y la musicalidad del verso, en la expresividad poética de la palabra. Lope siempre pretendió un lenguaje apropiado a la situación y a personaje, pero también comprensible por los espectadores. Las canciones y villancicos incluídos en sus obras son una muestra excepcional de la vena lírica del Lope dramaturgo.
• El dinamismo se percibe en la rapidez con la que se desarrolla la acción, propiciada por una sucesión de escenas que no dan respiro ni al personaje ni a espectador.
Aunque no se conoce con exactitud de número de obras de Lope, se estima en no menos de cuatrocientas, en su mayoría comedias de tres actos sobre los más variados temas que pueda imaginarse. Las mejores, no obstante, son las costumbres y de carácter (El perro del hortelano, El acero de Madrid, La moza del cántaro, El villano en su rincón y la dama boba, entre otras) y las de historia y leyendas españolas (El mejor alcalde, el rey; Peribáñez y el comendador de Ocaña; Fuenteovejuna y El caballero de Olmedo. Las primeras destacan por la fuerte personalidad de las damas y por los desenlaces felices. Las segundas, en cambio, tratan de asuntos de honra y honor, relacionados con el abuso del poder de una autoridad injusta. Sus finales, al contrario que las anteriores, son trágicos.

F) Tirso de Molina.




El más brillante de los seguidores de Lope cultivó la prosa, la poesía y el teatro. Los méritos de su teatro se centran en el acertado retrato psicológico de los personajes, la calculada dosificación de la intriga, la comicidad de las situaciones, el tono burlesco, la riqueza expresiva del lenguaje y el gusto por la ironía y los juegos de palabras. Se conservan unas ochenta obras teatrales, que podemos dividir en:

• Dramas religiosos: La venganza de Tamar o El condenado por desconfiado.
• Dramas históricos: La prudencia en la mujer.
• Comedias de carácter: El vergonzoso en palacio y Marta la piadosa.
• Comedias de enredo: Don Gil de las calzas verdes y La villana de Vallecas.
• Comedias mitológicas y autores sacramantales.
Curiosamente, su obra más popular es difícil incluirla en una de esas categorías. En efecto, El burlador de Sevilla es la comedia que da pie al mito de don Juan, que funde dos leyendas de origen popular: la del galán libertino, ya presente en el Romancero tradicional, y la del individuo que invita a cenar a un difunto (una calavera o una estatua), contenida en un cuento folclórico europeo. Don Juan simboliza a sexualidad desenfrenada, la llamada de la carne, el engaño y el sacrilegio.

G) Pedro Calderón de la Barca.
El tercer gran nombre del teatro barroco es el de Calderón. Su tarea consiste en desarrollar al máximo las posibilidades contenidas en la comedia de Lope de Vega, hasta conducirla a su plenitud. El lenguaje dramático del primero es más elaborado y artístico, y su arquitectura teatral más sólida. Además, tiene una proyección mayor: es más aristocrático y a la vez más universal por los temas que trata. La simplificación de la trama y la reducción del número de personajes suponen una estilización de la comedia y, como consecuencia de ésta, los personajes están más perfilados e individualizados que los “tipos” anteriores, con una hondura psicológica y una complejidad antes desconocida.
El sentido del orden, la estilización y a intensificación son las notas más
características de su teatro. El orden se hace patente en la rigurosa claridad de la estructura de planteamiento, nudo y desenlace de los conflictos dramáticos, asó como en la disposición piramidal y emparejamiento antitético de los personajes secundarios, subordinados al protagonista. Este afán de orden e también se evidencia en aquellos personajes que, atormentados pero reflexivos, luchan por sobreponerse al caos de su existencia y a los antagonismos y pasiones que interiormente los desgarran. Los monólogos, tan frecuentes e importantes en sus comedias, constituyen el cauce elegido por Calderón para expresar ese íntimo anhelo.
Calderón escribió ciento veinte obras de teatro entre comedias, autos sacramentales, entremeses, loas y jácaras. Sus representaciones exigían un gran despliegue escenográfico (tramoyas, decorados, luces y música), lo que llevó la escena barroca a una gran complejidad. Sus obras se han clasificado según la siguiente tipología:
• Dramas de honor y celos: El médico de su honra, El pintor de su deshonra, A secreto agravio, secreta venganza.
• Dramas de historia y leyendas españolas: El alcalde de Zalamea.
Dramas teológicos: La devoción de la cruz, El príncipe constante y el mágico prodigioso.
• Dramas filosóficos: La vida es sueño.
• Comedias de costumbres: La dama duende y Casa de dos puertas, mala es de guardar.
• Comedias mitológicas: La hija de aire y La estatua de Prometeo.
• Autos sacramentales: El gran teatro del mundo, La cena del rey Baltasar y La devoción de la misa.

EL SIGLO DE ORO (I)




3. – El Siglo de Oro. (I)


A) Miguel de Cervantes.

Miguel de Cervantes (1547 – 1616) fue, además de un extraordinario novelista, un gran escritor teatral. En 1615, el mismo año que edita la segunda parte del Quijote, se publica sus Comedias y entremeses. Se trata de ocho comedias - hay que aclarar que en esa época se llama comedia a toda obra dramática, sea trágica o cómica-, divididas en tres actos, según el modelo que había impuesto con éxito Lope de Vega. Todas ellas están escritas en verso y destacan Los baños de Argel y La gran sultana, en las que hay un tema autobiográfico de su cautiverio africano, El rufián dichoso, de ambiente picaresco y Pedro de Urdemalas.
Los entremeses son ocho pequeñas joyas de la literatura, donde se revela como un consumado maestro de la sátira y el humor. El lenguaje dialogado, enraizado en el habla popular, constituye un ejemplo de espontaneidad y gracia, frescura e ironía. Los tipos creados por Cervantes (alcaldes, jueces, aldeanos, fanfarrones…) proceden de la realidad más inmediata y viva. El matrimonio, e honor, el poder, los prejuicios morales y sociales y el juego de apariencia y realidad, son sus temas preferidos. Dos de ellos están escritos en verso: El rufián viudo y La elección de los alcaldes. El resto están en prosa: El juez de los divorcios, El retablo de las maravillas, El viejo celoso, etcétera.

B) La comedia barroca.

El teatro se convirtió a finales del siglo XVI y durante todo el siglo XVII en la diversión

preferida de los españoles. Hay, en el teatro áureo, una enorme variedad temática, puesto que los dramaturgos escogen sus temas de los más variados lugares: la religión, la historia, la mitología, a leyenda, la magia, el folclore, la vida cotidiana… Esa misma variedad conlleva así mismo una no menos extensa tipología a la hora de clasificar las comedias: dramas históricos, heroicos, legendarios, político-sociales, de honor y celos, religiosos, mitológicos, palaciegos, pastoriles, caballerescos, etc. Además de las comedias propiamente dichas se cultivaron otros géneros menores como el auto sacramental, el entremés, la loa, la mojiganga, etc.

Las obras estaban divididas en tres actos, llamados jornadas en la época, y cada uno de ellos coincidía con los tres momentos característicos de la trama: planteamiento, nudo y desenlace. Cada jornada, por su parte, se organizaba en escenas y los cambios de cada una de éstas se indicaban mediante breves acotaciones. Todas las comedias están escritas en verso, agrupados en metros de distinta medida, tanto populares y tradicionales (octosílabos) como cultos (endecasílabos), formando diferentes combinaciones. El lenguaje va de más refinado lirismo a la expresión popular.
La comedia barroca española prescinde de las unidades de acción, tiempo y lugar y, además, mezcla lo trágico con lo serio. Por otra parte, los personajes aparecen caracterizados como tipos sociales, es decir, responden a un mismo esquema o patrón psicológico fijo, que no sufre evolución en general. Los tipos que se repiten de una obra a otra de manera constante son los siguientes:

El personaje del rey puede aparecer como rey viejo o como rey galán. El primero es prudente y encarna a justicia; e segundo soberbio y arbitrario en el ejercicio del poder. En todo caso es una figura inatacable en los escenarios.
• El poderoso es un noble soberbio que, impulsado por una pasión destructiva, actúa como agente perturbador del orden social y moral, por lo que pagará caro sus excesos.
• El caballero se identifica con el padre, el esposo, el hermano o el galán de la mujer ofendida; representa a un grupo social y defiende el orden de valores existente.
• El galán es una síntesis de apostura física, integridad mora, idealismo, valentía y constancia en el amor.
• La dama, joven soltera o esposa, reúne las cualidades de belleza interior y exterior; actúa por amor o en defensa del honor, mostrándose con iniciativa propia, aunque el papel dramático de la mujer se subordina al del hombre.
• El gracioso o donaire, encarnado por el criado, lleva la parte cómica del drama barroco.
• El villano se identifica con el campesino rico de aldea, modelo de dignidad fundada en la limpieza de sangre; es el símbolo de honor y a honra. El pueblo se reconoce en las virtudes de villano.

C) Los espacios teatrales.
Como dijimos antes, las representaciones teatrales e hacían en las iglesias, palacios o en la calle, al aire libre, sobre escenarios montados en carros. Sin embargo, a partir de finales del siglo XVI el espacio teatral se desplaza a los corrales. Estos disponían de un tablado o escenario, dividido verticalmente en seis o nueve huecos. Corriendo a cortina de un hueco, el tablado se podía transformar en una habitación, un balcón, un jardín, una calle, un castillo, un monte o un barco. Disponía además de escotillones a ras de suelo, que sugerían las puertas del infierno por donde subían y bajaban los demonios y los condenados. Hoy en día sólo se conservan dos de los viejos corrales: el de Almagro (Ciudad Real) y no hace mucho restaurado de Alcalá de Henares (Madrid)
El espacio de los corrales de comedias reservado al público reproducía la estratificación de la sociedad del momento. Los aposentos y desvanes ocupaban los laterales y la parte alta de los corrales, y estaban reservados para la realeza, la nobleza y os clérigos. El pueblo, separado por sexos, disponía de la parte baja de los corrales, formada por el patio, el graderío y la cazuela. Durante las representaciones, el público solía exteriorizar su satisfacción o desagrado de manera muy ruidosa.


D) Empresarios, actores y representación.

Los empresarios compraban las obra a los dramaturgos –de hecho, la palabra “autor” designa al propietario de la obra, no a su autor- y ponían los medios para la representación, que se anunciaban públicamente con carteles y que daban comienzo después de mediodía –para aprovechar a luz natural –y duraban unas dos horas y media o tres. La sesión solía dar comienzo con una loa para atraer la atención del público y entre cada uno de los actos se intercalaban entremeses, danzas, bailes y música.
Cada compañía estaba dirigida por el “autor”, contaba con unas cincuenta comedias como repertorio y podía tener un número variable de actores. Según el número recibía nombres como bululú, ñaque, gangarilla, cambaleo, garnacha, mojiganga, farándula y compañía. Los buenos actores eran idolatrados por el público, y contamos con fuentes que atestiguan la gran calidad interpretativa de muchos de ellos, que conjuntaban a la perfección la voz, e gesto y el movimiento escénico.


Son muchísimas las páginas dedicadas al teatro de nuestro Siglo de Oro en no pocas instituciones universitarias, bibliotecas y gobiernos de varias autonomías. Entre algunas de ellas, cabe mencionar al Grupo de Investigación del Siglo de Oro (GRISO) de la Universidad de Navarra, el corpus de obras dramáticas de la Universidad de Arizona o el de la Universidad de Quebec en Canadá:



www.unav.es/griso



www. coh.arizona/spanish/comedia/escomedi.html


www.uqtr.uquebec.ca/TEATRO/teatro.html





TEATRO ESPAÑOL EN EL RENACIMIENTO

2. – Teatro español en el Renacimiento.En la segunda mitad del siglo XV nacerán tres de los más importantes dramaturgos del Renacimiento. No puede ser casual que todos ellos sean, además, músicos, puesto que las representaciones teatrales siempre han contando con algún tipo de ingrediente musical y también de danzas y bailes. Los tres escribirán la mayoría de su producción teatral para la corte. En el caso de Lucas Fernández para la corte de los Reyes Católicos; en el de Juan del Encina para los Papas Alejandro VI y Julio II. Gil Vicente, por su parte, escribió para los reyes portugueses coetáneos, pues él mismo era de esa nación, a pesar de lo cual algunas de sus obras están escritas en castellano. Creo que conviene, llegados a este punto, destacar que en los últimos años éste autor está siendo representado en las carteleras de nuestro país con más que notable éxito.


Juan del Encina (1468 – c. 1530), de origen humilde, estuvo siempre a la caza de prestigio social y persiguió diferentes beneficios papales y ducales (empezó trabajando para el duque de Alba). Sin embargo, muestra de igual modo la absorción de las inquietudes humanísticas que en ese momento se desarrollaban tanto en Roma, donde vivió no pocos años, como en Salamanca, donde estudió y dio sus primeros pasos como escritor y músico. De este autor conviene señalar que no sólo obtuvo un indudable éxito allí donde trabajó, sino que, en lo que es un caso más bien insólito –aunque no el único, claro está-, prácticamente no escribió una sola obra literaria en los últimos veinticinco años de su vida.


Su producción dramática consta de catorce piezas teatrales, llamadas églogas por su autor, están compuestas entre 1492 y 1513, y se destinan a un público cortesano. Lo que es innegable es que en todas ellas hay un importante componente musical, lo que se aprecia en los intermedios musicales, la inclusión de bailes y danzas de lo más variado. De todas formas, justo es decir que hoy en día, en realidad, del Encina es mucho más apreciado por sus muchos poemas líricos que por su producción dramática, lo que no quiere decir, evidentemente, que ésta última no sea valiosa. La primera edición de estas composiciones teatrales aparece en Salamanca bajo el título de Cancionero de la obras de Juan del Enzina (1496).

Nació también en Salamanca Lucas Fernández (1474 – 1512) y sus obras no sólo se representaron en palacios y cortes varias sino también en algunas catedrales. Sus obras fueron publicadas en 1512 y en él aparecen por primera vez las expresiones “farsa o comedia”, que son la que emplearán los dramaturgos posteriores. Así como es perceptible la influencia en este autor de Juan del Encina, también lo es la de Lucas Fernández en Gil Vicente (c. 1470 – c.1536). Como ya antes habíamos avanzado, se trata de un autor bilingüe que, por una parte presenta a portugueses y castellanos hablando cada uno en su lengua, pero por otra, ese bilingüismo obedece igualmente al ambiente de la corte portuguesa, donde se hablaban las dos lenguas correctamente y donde, por si fuera poco, las esposas de los reyes Manuel I y Juan III eran castellanas.


Otro autor importante del siglo XVI serían Bartolomé de Torres Naharro, que probablemente estudió en Salamanca – hay que tener en cuenta que esta ciudad era un centro cultural de primer orden en toda Europa- y parte de cuya vida transcurrió en Italia (que no se constituye como país hasta cuatro siglos después), parte de la cual perteneció durante varios siglos a la corona española. Su obra se compone de ocho comedias, seis de las cuales reunió en un solo volumen bajo el título de Propalladia (1517). El autor las clasifica en dos grupos: comedias a noticia, sacadas de “cosa nota y vista en realidad”, como Soldadesca y Tinellaria, y comedias a fantasía, inspiradas en “cosa fantástica o fingida que tenga color de verdad aunque no o sea”.


Quizás el dramaturgo más popular de mediados de siglo sea Lope de Rueda, autor, empresario teatral y actor. Recorrió con su compañía muchas ciudades y pueblos y alcanzó una gran celebridad. Es conocido por sus comedias y sobre todo por unas piezas breves llamadas pasos, un conjunto de piezas en prosa, de carácter cómico y realista, que se representaban de manera aislada o en los entreactos de las comedias. En esos pasos se halla el origen de los entremeses, un género de enorme éxito en el siglo XVII con Cervantes y Quiñones de Benavente.


Aparte de poder leer las obras de los autores mencionados en "cervantes virtual", el ambicioso proyecto de poner a disposición del público e corpus de toda la literatura española creada en los mil años que ésta tiene, son muy aconsejables varias de las páginas de Parnaseo, creada por la Universidad de Valencia y, dentro de la cual, se pueden consultar tanto un gran abanico de fuentes iconográficas sobre el teatro español a lo largo de su historia como un apabullante colección de textos de la Edad Media y el Renacimiento, muchos de los cuales, por si fuera poco, están disponibles en facsímil.

miércoles, 11 de mayo de 2011

TEATRO MEDIEVAL




1.- Teatro medieval.

Aunque no quedan muchos testimonios de los textos teatrales que se representaba en nuestro país durante la Edad Media, sí contamos con una importante cantidad de documentos históricos (anotaciones eclesiásticas, memorias de fiestas nobiliarias, obras literarias, etcétera) que atestiguan la existencia de representaciones tanto sagradas como cortesanas. Las primeras se escenificaban en diferentes lugares de los templos, aunque sobre todo en el altar. Las segundas se llevaban a cabo, entre otros lugares, en las amplias salas de banquetes, donde lo mismo se podía ver danzas, juegos, desfiles…, pero también en otros espacios de los castillos, con ocasión, por ejemplo, de la coronación de los reyes, las bodas reales, las recepciones de algún personaje principal, para celebrar un compromiso matrimonial, con ocasión del nacimiento del hijo de un gran señor, etcétera.

El primer testimonio que conservamos en castellano es una obrita de 147 versos que viene denominándose Auto de los Reyes Magos. Se trata de la representación de la Epifanía, es decir, la adoración de los Magos en el pesebre donde ha nacido Jesús. Que ésta sea una de las escasísimas muestras que nos han llegado anteriores al siglo XV tiene, así mismo, una explicación: la mayoría de las obras que se representaban en las iglesias peninsulares giraban sobre dos temas fundamentales en la liturgia cristiana: el nacimiento y la adoración del recién nacido y la pasión de Jesucristo. Al ser los temas más representados ello implica que también hay más textos sobre ambos temas, por más que no poseamos testimonios hasta fechas muy posteriores al siglo XIII, en cuyo inicio - o tal vez a finales de XII – se sitúa el auto a que aludíamos al comienzo de este apartado.


Ya en el siglo XV uno de los más claros exponentes del género teatral es Gómez Manrique (c.1412 – 1490), también importante poeta. Pues bien, de entre sus obra dramáticas podemos destacar una Representación del nacimiento de nuestro Señor o unas Lamentaciones hechas para la Semana Santa; en otras palabras, los dos temas a que aludíamos. Señalemos, de paso, que el código civil que rige España durante varios siglos, Las siete partidas, de Alfonso X el Sabio, prohíbe que los clérigos actúen en representaciones, ni siquiera en las iglesias, con la excepción de los temas que acabamos de citar. Pero, además, en el ámbito profano Manrique escribió unos Momos en la mayoría de edad del príncipe Alfonso –los momos son una pequeña representación con unos pocos actores enmascarados y disfrazados – y otros con ocasión del nacimiento de un sobrino suyo y otros temas que hoy en días pueden extrañarnos un poco, la verdad.
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Algunos enlaces interesantes sobre este apartado son los siguientes:




  1. El texto completo del Auto de los Reyes Magos puede leerse en : http://www.cervantesvirtual.com/obra/auto-de-los-reyes-magos--0/


Los libros imprescindibles para este tema son:
Teatro medieval, 1. El drama litúrgico. Escrito por Eva Castro para la Editoria Crítica de Barcelona y publicado en 1997.




Teatro medieval, 2. Castilla. Su autor es Miguel Ángel Pérez Priego y está editado ese mismo año por esa misma editorial, también en Barcelona.




La revista electrónica Parnaseo, de la Universidad de Valencia, cuenta con un buen número de monográficos -tanto en forma de libros electrónicos de acceso gratuito, como de revistas, etc. - en los que se ocupa de temas relacionados con el teatro en la Edad Media.

EL TEATRO ESPAÑOL HASTA EL SIGLO XVIII

0. - Introducción.
1. - Teatro medieval en España.
2. - Teatro español en el Renacimiento.
3. - El Siglo de Oro.
3. - El teatro en el siglo XVIII.

0. Introducción.




En el mundo griego antiguo el teatro adquirió una importancia más que considerable, hasta el punto de que llegó a ser un elemento sustancial de la vida pública de toda polis que se preciara. La arquitectura teatral obtuvo un grado de perfección que todavía nos asombra hoy, como lo hace igualmente los extraordinarios logros literarios que se consiguieron en ese género teatral, tanto en el ámbito de la tragedia (con sus tres autores indispensables: Esquilo, Sófocles y Eurípides) como en el terreno de la comedia (Aristófanes sería el mejor ejemplo).







Unos siglos después, ya en la civilización romana, el interés continuaba, pero sí es cierto que tras el éxito popular de las comedias de Plauto y Terencio, el teatro que nos ha llegado en buena medida es un teatro más para ser leído o, como mucho, para ser interpretado ante un público escogido y poco numeroso; es el caso, por poner un solo ejemplo, de las tragedias de Séneca. No obstante, hay que reconocer que, al igual que ocurrió con su predecesores helenos, también los latinos supieron mejorar y evolucionar la arquitectura de teatro.
Cuanto llevamos dicho no quiere decir que no exista teatro en otros muchos lugares de nuestro planeta, pues, como sabemos por muchas fuentes, este arte está presente en la mayoría de las culturas que se asientan en la Tierra. Ello no es difícil de comprobarlo en el mundo precolombino, la cultura milenaria china, en África o en otros muchos lugares donde se asientan grupos de seres humanos. Pero en las líneas que siguen nos vamos a centrar únicamente en el teatro que se da en la Península Ibérica, pues es éste el que nos interesa en estos momentos.




Algunos enlaces interesantes sobre teatros antiguos en España:


http://www.spanisharts.com/arquitectura/imagenes/roma/segobriga_teatro.html
http://www.nauscopio.coolfreepages.com/tarragona/teatre_roma.htm
http://www.paseovirtual.net/merida/teatro.htm
http://www.arqueotur.org/yacimientos/teatro-romano-de-malaga.html
http://www.teatroromanocartagena.org/
http://www.juntadeandalucia.es/cultura/museos/CAI/index.jsp?redirect=S2_3_1_1Espacios.jsp&idpieza=1094
http://dondeviajamos.com/destino/teatro-romano-en-sagunto
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/03/28/castillayleon/1301330049.html