lunes, 26 de marzo de 2012

ROJAS ZORRILLA:FRAGMENTOS.


FRANCISCO DE ROJAS ZORRILLA
ALGUNOS FRAGMENTOS


1.- Un amante dispuesto a todo.

LUIS
Pues a mi voz te pido,
Que hagas un agasajo con tu oído:
Carranza, amigo, yo me hallé inclinado,
Costóme una deidad casi un cuidado,
Mentalmente la dije mi deseo,
Aspiraba a los lazos de Himeneo,
Y ella, viendo mi amor enternecido,
Se dejó tratar mal del dios Cupido.
Su padre, que colige mi deseo,
En Toledo la llama a nuevo empleo,
Y hoy sale de la Corte
Para lograr, indigno, otro consorte;
Por aquí ha de venir, y aquí la espero;
Convalecer a mi esperanza quiero,
Dando al labio mis ímpetus veloces,
A ver qué hace sus ojos con mis voces.
Isabel es el dueño,
Verdad del alma y alma de este empeño,
La que con tanto olvido
A un amante ferió por un marido.
Suspiraré, Carranza, ¡vive el Cielo!,
aunque me cueste todo un desconsuelo;
intimaréla todo mi cuidado,
aunque muera de haberle declarado;
culparé aquel desdén que el pecho indicia,
aunque destemple airada la caricia;
mas si los brazos del consorte enlaza,
indignaréme con el amenaza;
mis ansias, irritado, airado y fiero,
trasladaré a las iras del acero,
que es descrédito hallarme yo corrido,
quedándose mi amor tan desvalido.
Esta es la causa, porque desta suerte
Yo mismo vengo a agasajar mi muerte;
De suerte que, corrido, amante, necio,
Vendo a entrar por las puertas del desprecio;
Con el vuelo que la luz penetrar osa,
Galanteo mi muerte mariposa;
Porque en este desdén, que amante extraño,
Me suelte mi albedrío el desengaño,
Y en este sentimiento,
Mi lección deje libre mi tormento,
U para que Isabel, desconocida,
Logre mi muerte, pues logró su vida.

Rojas Zorrilla, Entre bobos anda el juego, jornada primera.

2.- García de Castañar prefiere su vida en la aldea a la vida de la corte que le ofrece el rey Alfonso (aunque él no sabe que está ante el monarca), aunque arriesgue su vida por el rey a la hora de luchar contra los enemigos de éste.

Más precio entre aquellos cerros
Salir a la primer luz,
Prevenido el arcabuz,
Y que levanten mis perros
Una banda de perdices,
Y codicioso en la empresa,
Seguirlas por la dehesa
Con esperanzas felices
De verlas pro el suelo,
Y cuando son a los ojos
Pardas nubes con piel rojos,
Batir sus alas al vuelo
Y derribar esparcidas
Tres o cuatro, y anhelando
Mirar mis perros buscando
Las que cayeron heridas,
Con mi voz que los provoca,
Y traerlas, que palpitan,
A mis manos, que las quitan
Con su gusto de su boca;
Levantarlas, ver por dónde
Entró entre la pluma el plomo,
Volverme a mi casa, como
suele de la guerra el Conde
a Toledo, vencedor;
pelarlas dentro de mi casa,
perdigarlas en la brasa,
y puestas en el asador
con seis dedos de un pernil,
que a cuatro vueltas o tres
pastilla de lumbre es,
y canela de Brasil;
y entregarlas a Teresa,
que con vinagre y aceite
y pimienta, sin afeite,
las pone en limpia mesa,
donde, en servicio de Dios,
una yo y otra mi esposa
nos comemos, que no hay cosa
como a dos predices, dos;
y levantando una presa,
dársela a Teresa, más
porque tenga envidia Bras
que por dársela a Teresa,
y arrojar a mis sabuesos
el esqueleto roído,
y oír por tono el crujido
de los dientes y los huesos,
y en el cristal transparente
brindar, y, con mano franca,
hacer la razón mi blanca
con el cristal de una fuente;
levantar la mesa, dando
gracias a quien nos envía
el sustento cada día,
varias cosas platicando.
Que aqueso es el Castañar,
Que en más estimo, señor,
que cuanta hacienda y honor
los Reyes me puedan dar.

REY
Pues, ¿cómo al Rey ofrecéis
Ir en persona a la guerra
Si amáis tanto esta tierra?

GARCÍA
Perdonad, no lo entendéis.
El Rey es de un hombre honrado,
en necesidad sabida,
De la hacienda y de la vida
Acreedor privilegiado;
Agora, con pecho ardiente,
Se parte al Andalucía
Para extirpar la herejía,
Sin dineros y sin gente;
Así, le envié a ofrecer
Mi vida, sin ambición,
Por cumplir mi obligación
Y porque me ha menester;
Que, como hacienda debida,
Al Rey le ofrecí de nuevo
Esta vida que le debo,
Sin esperar que la pida.

REY
Pues, concluida la guerra,
¿no os quedaréis en Palacio?

GARCÍA
Vívese aquí más de espacio,
Es más segura esta tierra.

Francisco de Rojas Zorrilla, Del rey abajo ninguno o El labrador más honrado, García de Castañar, jornada primera.



3. – El llanto de Filomena.

Sale Filomena llorando e Hipólito.

HIPÓLITO
Deja el llanto, Filomena,
Que si es alivio, es rigor,
Que por templarte un dolor,
Me causes a mí una pena.
Los ojos tuyos serena,
No los quiera tu piedad
Aplaudir con vanidad,
De cielos en tus desvelos,
Que para ve que son cielos
Les sobra la tempestad.
No bien destilado exhales,
Aflojar de más valor,
Si el llanto es señal de amor
No derrames las señales.
Comunícame tus males,
Esa el dolor repartido
Al peso que fue sentido,
Y si con fuego veloz,
Yerre tu pena a tu voz,
Yerra tu voz a mi oído,
Cuando a los ojos prefieres
Tanto dolor reprimido,
¿lloras porque me has querido,
o lloras porque me quieres?
Que es condición de mujeres
No ser constantes infiero
Yo pues a tus rayos muero,
Una pregunto, y mil veces,
¿lloras porque me aborreces,
o por qué?

FILOMENA.

Porque te quiero.
Cómo, di, puedes dudar
Lo que en mí llegas a ver,
¿quién lloró de aborrecer
y quién no llora de amor?
Tu sospecha he de culpar;
Y que propongas me espanto
Tanta duda, dolor tanto
En quien llora y quien suspira,
Porque el odio arguye ira,
y el amor supone llanto.

Rojas Zorrilla, Progne y Filomena, inicio de la jornada primera.

4.- Ambición y amor.
ROSIMUNDA
Por reinar, cualquier delito
Se perdona en las historias.
Por amor, en cualquier siglo
Ha merecido disculpa
La venganza, el homicidio;
Que a tanto obligan, crueles,
Las instancias de un dios niño.
Pues si el reinar, si el amor,
el perdón han merecido
y consiguen la disculpa
con sus propios desvaríos,
donde concurren conformes
el empeño y el cariño,
de buen aire es la traición,
y de buen gusto el delito.

FLABIO

Confuso estoy. Deme el cielo
En tan arduo laberinto,
O la cuerda de Teseo,
O el claro ingenio de Edipo.

ROSIMUNDA
¿Estás dudoso?

FLABIO
Soy noble.
ROSIMUNDA
¿Qué recelas?

FLABIO
Un prodigio.

ROSIMUNDA
¿Qué temes?

FLABIO
El ser traidor.

ROSIMUNDA
¿Qué huyes?

FLABIO
El ser impío.

ROSIMUNDA
¿Si me ganas?

FLABIO
Pierdo honor.

ROSIMUNDA
¿Si me pierdes?

FLABIO
No soy vivo.

ROSIMUNDA
¿Si eres rey?

FLABIO
Soy desleal.

ROSIMUNDA
¿Si nos mata?

FLABIO
Mi honor libro.

Rojas Zorrilla, Morir pensando matar, jornada segunda.






5. – Aglaes declara su amor por Bonifacio a quien toma por Candor (nombre muy significativo, por cierto, el del criado), siendo en realidad el propio Bonifacio.

BONIFACIO
(Ésta es Aglaes, mi señora; [Aparte]
que a voces lo están diciendo,
aunque la voz me lo encubra,
los olores. Ver deseo
lo que intenta).

AGLAES
Entre mis brazos,
Candor, homenaje has hecho
De guardar secreto.

BONIFACIO
Soy,
Señora, el mismo secreto.

AGLAES
Pues, Candor, fiada en él,
Sabrás que este atrevimiento
Recato de amor ha sido,
Si ser recatado y cuerdo
Puede amor; pero mi estado
le da recatos y miedos.
Sabrás, amigo, ¡ay de mí!,
Que aunque a escuras me avergüenzo
De decirte el mal que paso,
Y las penas que padezco.

BONIFACIO
¿Tú penas y sinrazones?

AGLAES
Amor es tirano y ciego;
Pero si de ti me fío,
¿qué sirven vanos rodeos?
Yo, Candor, estoy perdida,
Muerta, apurada y sin seso
Por un mancebo gallardo,
A quien quiso ingrato el cielo,
Con principio humilde y pobre,
Mediar los merecimientos.
Éste, amigo, es Bonifacio;
Porque es Bonifacio el dueño
De los sentidos, y el alma
Y la ley del entendimiento.
Esta llave le da, y dile
Que con ella cuando el tiempo
Las jurisdicciones parte
Con la luz, y con el sueño
De mi gente, recatado,
Con pies de ladrón y aliento
De amante y si luz –pues sabe
Del retrete en que yo duermo
La escalera falsa baja-
Por hurtos y manifiestos
Me vaya a ver, donde el alma
En bárbaros pensamientos
Y en amorosos discursos
Le estará guardando, puestos
A amor en las esperanzas
Y la vida en los deseos.
Y toma pro el cuidado
Estos seis mil julios buenos,
Para agradecer favores
Y para guardar secretos.

Rojas Zorrilla, La vida en el ataúd, jornada segunda.

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