miércoles, 14 de marzo de 2012

LOPE, POETA EN SUS COMEDIAS






LOPE, POETA EN SUS COMEDIAS.

La desesperación de no ser amado

Federico.
¿Qué buscas, imposible pensamiento?
Bárbaro, ¿qué me quieres? ¿Qué me incitas?
¿Por qué la vida sin razón me quitas,
donde volando aun no te quiere el viento?

Detén el vagaroso movimiento,
Que la muerte de entrambos solicitas;
Déjame descansar, y no permitas
Tan triste fin a tan glorioso intento.

No hay pensamiento, si rindió despojos,
Que sin determinado fin se aumente;
Pues dándole esperanzas sufre enojos.

Todo es posible a quien amando intente,
Y sólo tú naciste de mis ojos,
Para ser imposible eternamente.

Soneto del acto segundo de El castigo sin venganza.





Dos abecés de amor.

Peribáñez
Amar y honrar su marido
Es letra de este abecé,
Siendo buena por la B,
Que es todo el bien que te pido.
Haráte cuerda la C,
La D, dulce, y entendida,
La e, y en la F en la vida
firme, fuerte y de gran fe.
La g, grave, y para honrada,
La h, que con la I
Te hará ilustre, si de ti
Queda mi casa ilustrada.
Limpia será por la L,
Y por la M, maestra
De tus hijos, cual lo muestra
Quien de sus vicios se duele.
La N te enseña un no
A solicitudes locas;
Que este no, que aprenden pocas,
Está en la N y la O.
La P te hará pensativa;
La Q, bienquista; la R,
Con tal razón, que destierre
Toda locura excesiva.
Solicita te ha de hacer
De mi regalo la S;
La T, tal que no pudiese
Hallarse mejor mujer.
La V te hará verdadera;
La X, buena cristiana,
Letra que en la vida humana
Has de aprender la primera.
Por la Z has de guardarte
De ser zelosa; que es cosa
Que nuestra paz amorosa
Puede, Casilda, quitarte.
Aprende este canto llano;
Que con aquesta cartilla
Tú serás flor de la villa,
Y yo el más noble villano.

Casilda.
Estudiaré, por servirte,
Las letras de ese abecé;
Pero dime si podré
Otro, mi Pedro decirte,
Si no es acaso licencia.

Peribáñez
Antes yo me huelgo. Di;
Que quiero aprender de ti.

Casilda.
Pues escucha y ten paciencia.
La primera letra es la A,
que altanero no has de ser;
por la B no me has de hacer
burla para siempre ya.
La C te hará compañero
En mis trabajos; la D,
Dadivoso, pro la fe
Con que regalarte espero.
La F, de fácil trato;
La G, galán para mí;
La H, honesto, y la I,
Sin pensamiento de ingrato.
Por la L liberal,
Y por la M, el mejor
Marido que tuvo amor,
Porque es el mayor caudal.
Por la N, no serás
Necio, que es fuerte castigo;
Por la O, sólo conmigo
Todas las horas tendrás.
Por la P, me has de hacer obras
De padre; porque quererme
por la Q, será ponerme
en la obligación que cobras.
Por la R, regalarme,
Y por la S, servirme;
por la T, tenerte firme;
por la V, verdad tratarme;
por la X, con abiertos
brazos imitarla ansí (Abrázale)
y como estamos aquí,
estemos después de muertos.

Peribáñez.
Yo me ofrezco, prenda mía,
A saber este abecé.

Acto 1º de Peribáñez y el comendador de Ocaña.




¿Mujer leída?

OCTAVIO
¿Quién le mete a una mujer
con Petrarca y Garcilaso,
siendo su Virgilio y Taso
hilar, labrar y coser?
Ayer sus librillos vi,
Papeles y escritos varios;
Pensé que devocionarios,
Y desta suerte leí:
Historia de dos amantes,
Sacada de lengua griega;
Rimas, de Lope de Vega;
Galatea, de Cervantes;
El Camoes de Lisboa,
Los pastores de Belén;
Comedias de don Guillén
de Castro, Liras de Ochoa;
Canción que Luis Vélez dijo
En la academia del duque
De Pastrana; Obras de Luque;
Cartas de don Juan de Arguijo;
Cien sonetos de Liñán;
Obras de Herrera el divino,
El libro del Peregrino,
Y El pícaro, de Alemán.
Mas, ¿qué os canso? Por mi vida,
Que se los quise quemar.
MISENO
Casalda y veréisla estar
Ocupada y divertida
En el parir y el criar.

Acto tercero de La dama boba.




La ominosa aparición de la sombra

Al entrar, una sombra con una máscara negra y sombrero y puesta la mano en el puño de la espada, se le ponga delante.

ALONSO
¿Qué es esto? ¿Quién va? De oírme
no hace caso. ¿Quién es? Hable.
¡Que un hombre me atemorice,
no habiendo temido tantos!
¿Es don Rodrigo? No dice
quién es.

SOMBRA
Don Alonso.

ALONSO
¿Cómo?

SOMBRA
Don Alonso.

ALONSO
No es posible.
Mas otro será, que yo
Soy don Alonso Manrique.
Si es invención, meta mano.
Volvió la espada; seguirle
Desatino me parece.
¡Oh imaginación terrible!
¡Mi sombra debió de ser!
Mas no, que en forma visible
Dijo que era don Alonso.
Todas son cosas que finge
La fuerza de la tristeza,
La imaginación de un triste.
¿Qué me quieres, pensamiento,
que con mi sombra me afliges?
Mira que temer sin causa
Es de sujetos humildes.
O embustes de Fabia son,
Que pretende persuadirme
Porque no vaya a Olmedo,
Sabiendo que es imposible.

Acto tercero de El caballero de Olmedo.



La consulta al espejo de la dama y los consejos de la criada

LEONOR
Voy, Elvira, a consultar
Solo un instante el espejo
Que he menester su consejo
Para acertarme a casar.

ELVIRA
Ponte un poco de salud,
Aunque la vergüenza hará
Su oficio, que luego está
En el rostro su inquietud.
De otra capa de jazmín
A la de aquesta mañana
Porque asiente bien la grana
Del granadino carmín.
Ensaya en el qué manera
De rostro te estará bien
Y sea conforme a quien
Verte y cautivarte espera.
Si te agradare risueño
Mírame acá, y si te enfada,
Triste, que si no te agrada
Despídase de tu dueño.
Si fuere muy desigual
Abre los ojos así,
Para que conozca en ti
Que te ha parecido mal.
Y si fuera pica seca
Destos de gala en pelota
Pon un rostro de chacona
Que es risa falsa con mueca.


Acto primero de Servir a señor discreto.




Elvira reclama justicia al rey

ELVIRA
Luego que tu nombre
Oyeron mis quejas,
Castellano Alfonso,
Que a España gobiernas,
Salí de la cárcel
Donde estaba presa,
A pedir justicia
A tu Real clemencia.
Hija soy de Nulo
De Aibar, cuyas prendas
Son bien conocidas
Por toda esta tierra.
Amor me tenía
Sancho de Roelas;
Súpulo mi padre,
Casarnos intenta.
Sancho, que servía
A Tello de Neira,
Para hacer la boda
Le pidió licencia;
Vino con su hermana,
Los padrinos eran;
Viome y codiciome,
La traición concierta.
Difiere la boda,
Y vino a mi puerta
Con hombres armados
Y máscaras negras.
Llevóme a su casa,
Donde con promesas
Derribar pretende
Mi casta firmeza;
Y desde su casa
A un bosque me lleva,
Cerca de una quinta,
un cuarto de legua;
allí, donde sólo
la arboleda espesa
que al sol no dejaba
que testigo fuera,
escuchar podía
mis tristes endechas.
Digan mis cabellos,
Pues saben las yerbas
Que dejé en sus hojas
Infinitas hebras,
Qué defensa hice
Contra sus ofensas.
Y mis ojos digan
Qué lagrimas tiernas,
Que a un duro peñasco
Ablandar pudieran:
Viviré llorando,
Pues no es bien que tenga
Contento ni gusto
Quien sin honra queda.
Sólo soy dichosa
En que pedir pueda
Al mejor alcalde
Que gobierna y reina,
Justicia y piedad
De maldad tan fiera.
Ésta pido, Alfonso,
A tus pies, que besan
Mis humildes labios,
ansí libres vean
Descendientes tuyos
Las partes sujetas
De los fieros moros
Con felice guerra:
Que si no te alaba
Mi turbada lengua,
Famas hay y historias
Que la harán eterna.


Acto tercero de El mejor alcalde, el rey.



Y el maravilloso homenaje de José Hierro a Lope de Vega

Lope. La noche. Marta.

He abierto la ventana. Entra sin hacer ruido
(afuera deja sus constelaciones).
«Buenas noches, Noche».
Pasa las páginas de sombra
en las que todo está ya escrito.
Viene a pedirme cuentas.

«Salí al rayar el alba -digo-.
Lamía el sol las paredes leprosas.
Olía a vino, a miel, a jara»
(Deslumbrada por tanta claridad
ha entornado los ojos).
La llevan mis palabras por calles, ascuas, no lo sé:
oye la plata de las campanadas.
Ante la puerta de la iglesia
me callo, me detengo -entraría conmigo
si yo no me callase, si no me detuviera-;
yo sé bien lo que quiere la Noche;
lo de todas las noches;
si no, por qué habría venido.

Ya mi memoria no es lo que era. En la misa del alba
no dije Agnus Dei qui tollis peccata mundi,
sino que dije Marta Dei (ella es también cordero de Dios
que quita mis pecados del mundo).
La Noche no podría comprenderlo,
y qué decirle, y cómo, para que lo entendiese.

No me pregunta nada la Noche,
no me pregunta nada. Ella lo sabe todo
antes que yo lo diga, antes que yo lo sepa.
Ella ha oído esos versos
que se escupen de boca en boca, versos
de un malaleche del Andalucía
-al que otro malaleche de solar montañés
llamara «capellán del rey de bastos»-
en los que se hace mofa de mí y de Marta,
amor mío, resumen de todos mis amores:
Dicho me han por una carta
que es tu cómica persona
sobre los manteles, mona
y entre las sábanas, Marta.
qué sabrá ese tahúr, ese amargado
lo que es amor.
La Noche trae entre los pliegues de su toga
un polvillo de música, como el del ala de la mariposa.
Una música hilada en la vihuela
del maestro del danzar, nuestro vecino.
En la cocina la estará escuchando Marta;
danzará, mientras barre el suelo que no ve,
manchado de ceniza, de aroma, de trigo candeal,
de jazmines, de estrellas, de papeles rompidos.
Danza y barre Marta.

Pido a la Noche que se vaya. Hasta mañana, Noche.
Déjame que descanse. Cuando amanezca regaré el jardín,
saldré después a decir misa
-Deus meus, Deus meus, quare tristis est anima mea-
luego volveré a casa, terminaré una epístola en tercetos,
escribiré unas hojas
de la comedia que encargaron unos representantes.
Que las cosas no marchan bien en el teatro,
y uno no puede dormirse en los laureles.

Hasta mañana, Noche.
Tengo que dar la cena a Marta,
asearla, peinarla (ella no vive ya en el mundo nuestro),
cuidar que no alborote mis papeles,
que no apuñale las paredes con mis plumas
-mis bien cortadas plumas-,
tengo que confesarla. «Padre, vivo en pecado»
(no sabe que el pecado es de los dos),
y dirá luego: «Lope, quiero morirme»
(y qué sucedería si yo muriese antes que ella).
Ego te absolvo.
Y luego, sosegada, le contaré, para dormirla,
aventuras de olas, de galeones, de arcabuces, de rumbos
marinos,
de lugares vividos y soñados: de lo que fue
y que no fue y que pudo ser mi vida.

Abre tus ojos verdes, Marta, que quiero oír el mar.


Poema incluido en Agenda (1991) de José Hierro

Las imágenes que ilustran esta entrada están sacadas de la Biblioteca Cervantes, concretamente de las páginas dedicadas a Lope de Vega. La primera es una de las más famosas imágenes del poeta, la segunda es un dibujo para el escenario de El castigo sin venganza. La tercera una de las cartas del dramaturgo, la cuarta un esbozo para el escenario de un auto sacramental de Lope. La siguiente el dibujo de uno de los trajes del vestuario para Fuenteovejuna. Por último, una imagen del escritor que ilustraba la edición de su obra la Jerusalén conquistada (1609, es decir, que tenía cuarenta y seis años).
Respecto al poema bellísimo de José Hierro, recomiendo escucharlo en la voz de su autor, que está disponible en internet, pues Hierro era un extraordinario lector de su propia poesía.

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